domingo, 20 de enero de 2008

YA EN KAKARVITA....



Después de un corto viaje de avión. Llego al mini-aeropuerto de Bratrapur.
Mucho calor y bastante humedad me dieron la bienvenida. Estaba deseando que llegara el momento del reencuentro con todas las niñas del hospicio.
El momento llegó. Ninguna se enteró que llegaba un coche, con lo cual aproveché para entrar de incógnito. Fue muy emocionante ver sus caras nuevamente después de tanto tiempo. Con la mayoría me había encontrado, en Enero de ese año en Katmandú, con motivo de la inauguración del nuevo centro. Volver a verlas en su hábitat de siempre me resultó más placentero. No se quien se sentía más feliz, si ellas o yo.
Me paseé por todo el hospicio, para sentir los cambios producidos. Dos nuevas habitaciones en el piso superior, palmeras que han crecido más de un metro, una nueva bomba de agua junto al lago para regar la huerta, un espacio con techo de paja, junto al centro de salud, para descansar y protegerse del sol.
Dos enfermeras han tomado el puesto de Smriti. Ya no está Gina, ni Pompa, ni Tulsa, ni Akhas. Hay otros niños. La ausencia de esas personas hace que el ambiente sea diferente. Es casi como volver a empezar.
La noche ha sido especial. He dormido en una gigantesca habitación, que esta prevista como de aislamiento cuando alguna de las niñas caiga enferma.
Como siempre, no eran las 9 de la noche cuando ya estaba en la cama. Uno se acostumbra rápidamente cuando las circunstancias lo requieren. Anochece pronto y la tranquilidad de la noche invita a dormir, pero alguna que otra chinche me ha de importunar con sus picotazos.
Sobre media noche ha comenzado a llover copiosamente. Durante más de cinco horas no se ha escuchado otro rumor que no fuera el de la lluvia. Intensos chorros de agua se formaban en los rebosaderos del tejado.
Con los primeros rayos de sol ha cesado la lluvia y ha comenzado el rumor de la selva.: pájaros, cuervos, chicharras y cantos de animales para mí irreconocibles.
El mugir de las vacas, el balar de alguna cabra, el ladrido de los perros y el canto del gallo ampliaban los sonidos de la orquesta de la naturaleza.
A las 7 de la mañana, ya estaba en pie. Mi primer amanecer con ellas. Un alegre buenos días me ha despertado y un té calentito me han ayudado para afrontar una lluviosa mañana. Un tiempo poco habitual en esta época del año.
En toda mi estancia, nunca más volvió a llover.
Ha sido un día caluroso después de otro lluvioso y desapacible.
He comenzado con un té y una tortilla, que estoy seguro ve van a seguir preparando en los ximos días. No hago más que poner el pie fuera de la habitación y toda la maquinaria se pone en marcha. Se corre la voz, llega la cocina y en menos de 4 minutos ya estoy desayunando. Habrá veces que la tortilla ya estará hecha y en menos de 4 minutos ya está en mis manos.
Después vendrá el ritual del aseo matinal. Un grifo en la pared, un muro de frente para proteger la intimidad. Algún que otro pequeñajo ronda a mi alrededor observando lo que hago. Les hace gracia que me llene la cara de espuma.
He aprendido a darle tiempo al lavado de dientes. Ellas pasan minutos y minutos dándole al cepillo.
Sobre las 9.30 de la mañana llega una de las comidas fuertes del día. Un gigantesco plato de arroz, que tiene diferentes compartimentos, para otros tantos componentes del plato nacional: arroz, caldo con pequeñas lentejas, patatas, algún vegetal y algo de picante.
Como con ellas en la cocina. Ellas se sientan en el suelo y a mí me otorgan el honor, como a los niños de sentarme en una banquetita que no levanta diez centímetros del suelo.
Las comidas son siempre rápidas. No se habla mientras de come. No se llega a los diez minutos. Después con una bomba manual se saca el agua y con un poco de jabón se lavan los platos. Al menos son metálicos y ninguna bacteria es capaz de sobrevivir en materiales de esas características.
No se si el agua que estoy bebiendo está filtrada o no. Por el momento no he tenido ningún problema intestinal.
La tarde la hemos empleado en ir de compras. Unas compras de las más especiales, después de la televisión de hace 4 años. Me han dicho que como primera necesidad y antes que cualquier otra cosa, querían un video. Ya es difícil encontrar el típico y hemos comprado un DVD, que a su vez se permite escuchar CDs musicales. También hemos comprado unas cuantas películas , además de relojes, champús, cremas para la piel, dulces y juguetes para los más pequeñajos.
Llevar un DVD al hospicio ha supuesto la revolución. Que alegría tan grande!!! Al intentar ponerlo en marcha, la luz se fue. Tuvimos que esperar una hora hasta que la luz volvió.
Entre tanto cenamos.
El griterío fue general cuando la luz regresó. En pocos segundos todas estaban sentadas esperando a que la sesión cinematográfica comenzara. También comenzó la tranquilidad. Ojos como platos. Risas cundo correspondían y admiración o caras de terror en los momentos de tensión.
Evidentemente yo no entendía nada. Me invitaron a sentarme. Estuve poco tiempo con ellas ya que al poco tiempo tenía la necesidad de irme a descansar..
Se que ha sido un día muy especial para todas ellas.
Cuando me marché ya habían visto más de 30 películas. Algunas hasta 3 veces.

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