domingo, 20 de enero de 2008

ALGO HA DE OCURRIR...



Cada vez que vuelvo a Nepal, siento en mi cuerpo y en mi alma la tranquilidad del espíritu. Vuelvo a encontrarme con los amigos y las amigas. Siento sus cambios y también siento las ausencias.
Una mañana en Kathmandú, como todas las demás en la que estaba en un taller con las niñas en el que aprenden a coser a máquina, o a hacer pulseras, siento un revuelo ... Todas se acercan a otra chica que trae en brazos a una niña pequeñita y muy delgadita. Me pregunto quién puede ser. No llego a reconocerla hasta me fijo en sus ojos. Unos inconfundibles ojos... Es Apshara. ¿ Que ha ocurrido? ¿Porqué está tan delgada?. Ella me reconoce y estira sus brazos para que la cojas. La abrazo con fuerza y las lágrimas se me saltan.
Está en los huesos. Ha perdido mucho peso. Ya no puede correr y la sonrisa ha dejado de ser la misma. Solo tiene 4 años. Es seropositiva. Me dicen que tienen neumonía. Siento su fiebre. En los siguientes días cuando voy a Maiti, la busco y nos vamos a dar un paseo cortito. Siempre vamos a un pequeño templito y ella con sus mínimos deditos, me pone una "tika" de color rojo en la frente.

Difícil de olvidar esos momentos. Siempre que la dejo se me rompe el corazón. Ha empezado a estar débil. No es la misma niña. No tiene fuerza cuando se me agarra a la pierna. Tengo que marcharme a Sattigatta a ocuparme de las que allí dejé el año anterior, y siento mucho dejar a Apshara. Cuando mejore la mandarán a Sattigahta.

Los días pasan, hasta que finalmente se produce el feliz acontecimiento. Apashara está de vuelta. Fue un momento muy triste, pues el resto de las niñas se pusieron a llorar cuando la vieron.
Al día siguiente me la llevé al médico, pero no había nada que hacer. Nos atendió en su mesa, pero rodeados de todos los demás pacientes que "pacientemente" esperaban un diagnóstico. La respuesta no tenía sentido. No había solución. Si las enfermedades se solucionan solas, mejor que mejor... el sistema sanitario en el tercer mundo no puede hacer nada.
Antes de marcharme de Sattiggatha dejé unos 100€, para que se gastaran en lo que ella necesitara.
Se acercaba el momento de la despedida. No quería marcharme, quería quedarme con ellas.

La despedida fue traumática. Una fila de niñas, me iba despidiendo de ellas. No pude encontrarme con sus ojos hasta que llegó Apshara. Lloraba con dolor. Con los brazos extendidos me decía : Bua.. bua.., que quiere decir papá. Se quería venir conmigo. Yo, no podía articular palabra.Yo lo negaba con un movimiento de cabeza.
Caminé más de una hora hasta la estación de autobuses. No sabía si la iba a volver a ver más. Pero cual fue mi sorpresa que veo aparecer a Smriti y a Apshara nuevamente. Vienen a despedirse de mí.

La noche iba a ser larga. Catorce horas de autobús. Frío en la oscuridad. Muchas veces me venía a la cabeza las manitas de Apshara, diciéndome adiós. Nunca me pude imaginar que esa iba a ser la última vez que la veía.

Una fría tarde de Enero, ya en Madrid, recibo la noticia que Apshara había fallecido.

Escribí un correo a Nepal, dedicado a ella. Pedí que incineraran ese mensaje y las cenizas fueran arrojadas al río ragrado de Nepal. Desde ese momento Apshara empezó a formar parte de mi vida interior.

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