domingo, 20 de enero de 2008

LA MALDITA ASPIRINA


Una mañana de octubre cuando Smriti no se encontraba en le centro de salud de Sattigatha, aparece nuestra vecina con su hija imposibilitada en brazos. Me cuenta que se ha caído de una silla y se ha dado un fuerte golpe en la cabeza. Se ve y se siente perfectamente. Tiene un chichón considerable.
Por suerte en este lugar tenemos corriente eléctrica, e incluso un desvencijado frigorífico que ha fabricado hielo en las últimas horas. Se lo pongo en el chichón para bajarle la inflamación y decido darle media aspirina para que se le pase el dolor de cabeza.
Todo va muy bien.
A los pocos minutos, cuando me encontraba tranquilamente barriendo la entrada de la casa, una de las niñas me hace saber que me llaman de la casa vecina y que me lleve el botiquín. En la lejanía escucho griterío.
Cuando llego, me encuentro a Ashmita, la niña discapacitada, echando sangre por la boca. Su madre no se centra, va de un lado para otro. Otros vecinos se han acercado.
Me piden ayuda. La madre me pide que le haga una fotografía. Piensa que esa va a ser la última vez que vea a su hija. Hice la foto, pero nadie la va a ver.
Desesperadamente me piden ayuda. Me marcho inmediatamente al pueblo más cercano ( 6 Kms ). Camino bajo un sol de justicia. En la farmacia que conozco, les cuento el caso. Me dicen que puede ser tuberculosis. No me dan nada si no es bajo prescripción médica. Vuelvo sin solución. Lo único que queda es llevarla al hospital que está en la fronteriza India. ¿Y como?. Un vecino se los lleva en una moto. La pequeña en medio.
Un viaje nada cómodo hasta la llegada al hospital.
El diagnóstico es ridículo. Por el trauma en la cabeza, se ha producido una hemorragia digestiva. ¿Qué tendrá que ver el culo con las témporas?. Y para más INRI estaba escrito en inglés.
Me han temblado las piernas hasta ver a la niña. Me sentía culpable.
Los siguientes días, Ashmita no se encontraba bien. Casi todo lo que comía lo devolvía.
Iba perdiendo peso poco a poco.
Me tuve que volver a Katmandú y me fui preocupado.
Desde Madrid tuve información y me iban informando que iba bien.
Un año más tarde volví, y me la encontré gordita, fresca como una rosa y con una sonrisa deslumbrante.
Las monjas de la Madre Teresa de Calcuta, me habían avisado de no dar aspirina a los nepaleses. Es un veneno para ellos. Se me había olvidado.
Tuve el corazón encogido durante meses.
Hoy en día Ashmita sigue postrada en una silla de ruedas, pero muy contenta, a pesar de las penurias de su familia y de su entorno ( Recordad que su padre fue quien se llevó engañadas a 4 niñas, a la India, y pasó 2 años en la cárcel )

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